ESTO ES UN HOMENAJE
A MI PLANCHA................
A TODAS LAS PLANCHAS
Como
podéis ver acabo de planchar el pantalón que le he hecho a mi hija para
la chaqueta chanel que ya os enseñé y al apoyar la plancha para que se
enfríe, la he estado contemplando un momento y le he dado las gracias,
sí, sí, las gracias, en ése momento me ha venido a la mente un refrán
que oí hace mucho tiempo: "LA PLANCHA NO ES SANTA LUCIA PERO A VECES
HACE MILAGROS" y que gran verdad.
Que comodidad, le pones agua, la enchufas y como los coches a disfrutar de sus prestaciones.
No nos damos cuenta, pero las planchas actuales son unas buenas aliadas para todas nuestras costuras y labores.
Esta es mi plancha, para mí es imprescindible.
Esta
otra plancha es una réplica de aquéllas que se llenaban con brasas, la
compré en una tienda de artesanía en un viaje a Santillana del Mar.
Y dicho , lo dicho que ésta referencia a mi queridísima plancha sirva como homenaje.
Buscando,
buscando en internet ésta es la información que he encontrado con
respecto a la plancha, os la pongo por si os interesa.
LA PLANCHA DE ROPA (siglo IV a.C., Grecia)
Las
ropas libres de arrugas han sido un símbolo de refinamiento, pulcritud y
categoría social durante 2.400 años como mínimo, si bien nunca fue
fácil conseguir el efecto deseado. Todas las planchas primitivas
empleaban la presión. Sólo algunas utilizaban el calor para eliminar
arrugas o formar pliegues en las prendas recién lavadas.
En
el siglo IV a.C., los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica
calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas
de lino para marcar los pliegues. Dos siglos más tarde, los romanos ya
planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente
martilleaba las arrugas. Con estos dispositivos, el planchado era algo
más que una tarea prolongada y tediosa. Era un trabajo de esclavos que
hacían los esclavos.
Incluso
los belicosos vikingos del siglo X apreciaban las prendas exentas de
arrugas, a menudo plisadas. Empleaban una pieza de hierro en forma de
hongo invertido, que movían adelante y atrás sobre la tela húmeda. Los
historiadores de la moda aseguran que la dificultad de formar los
pliegues servía para establecer la distinción entre las clases altas y
bajas en materia de indumentaria. Los campesinos no tenían tiempo para
planchar con tanto esmero, y los pliegues eran un signo externo de que
se contaba con esclavos o sirvientes.
Hacia
el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha
llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un
ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía
utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba
periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era
que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.
Cuando
se instaló la iluminación de gas en los hogares, en el siglo XIX,
muchos inventores idearon planchas calentadas con esa forma de energía,
pero la frecuencia de los escapes, explosiones e incendios aconsejó
llevar las ropas arrugadas. El verdadero boom en el planchado llegó con
la instalación de la electricidad en las casas.
LA PLANCHA ELÉCTRICA
El
6 de junio de 1882, el inventor neoyorquino Henry W. Weely obtuvo la
primera patente de su país para una plancha eléctrica. Aunque su
concepto de espiras resistentes al calor era imaginativo, la plancha en
sí era poco práctica. Sólo se calentaba lentamente enchufada en su
soporte, y se enfriaba rápidamente. En 1906, cuando Richardson decidió
lanzarse a la fabricación de planchas, dio precisamente este nombre a su
producto.
Las
planchas eléctricas presentaban el mismo problema que los demás
aparatos eléctricos de la época, con la única excepción de la bombilla.
Hacia 1905 muchas centrales eléctricas no ponían en marcha sus
generadores hasta la puesta del sol, y los paraban al despuntar el día.
Así pues, la familia que deseaba beneficiarse de las nuevas comodidades,
como la tostadora eléctrica, la cafetera eléctrica, el reloj eléctrico o
la plancha eléctrica, sólo podía conectar sus aparatos durante la
noche. La salida del sol acallaba el zumbido del progreso.